Del taller
lunes, 19 de noviembre de 2012
La goma
¿Será que estoy sucia? ¿Que estoy partida de manera irregular? Ser goma de borrar en un medio sin lápices es algo difícil. Aún guardo en mí las pequeñas partículas del grafito del último que estuvo por aquí. ¿Qué harían los lápices sin nosotras? Dichosos los que tienen una en el extremo. Tienen la capacidad innata de hacer desaparecer aquellos trazos erróneos, aquellas fallas de quien lo guía. Sin embargo, en cualquier momento terminará por gastarse, no importa cuántas mordidas de dé el Guía en su protección metálica, sus restos terminarán en el suelo, apartados por un soplo definitivo. Entonces entro yo. Manchada. Partida. Fricción sobre el papel, el efecto magnético, me cubro de esas fallas, lo que no valió la pena preservar. Si me quiebras, verás que sigo siendo blanca. Ahora salgo, me aparto del fondo de esa maleta que me acoge. Apartemos de la vista todo lo indigno. Una vez más.
viernes, 6 de julio de 2012
El Paquete
Ve hacia la caja, no la abras, si quieres abrir algo, que sea tu corazón ¿No crees?
¿Ya estas junto a ella? Bien, bésala, y ahora ve por la caja.
¿No la ves? ¡Corre, que te están siguiendo! Si te alcanzan pues golpéalos que mas da.
¿Lo tienes? Ahora toma este papel, abre tu mente y sigue las instrucciones al pie de la letra. Al tocar la puerta entrega el paquete y no pidas propina, es descortés pero muy necesario.
¿Ya estas junto a ella? Bien, bésala, y ahora ve por la caja.
¿No la ves? ¡Corre, que te están siguiendo! Si te alcanzan pues golpéalos que mas da.
¿Lo tienes? Ahora toma este papel, abre tu mente y sigue las instrucciones al pie de la letra. Al tocar la puerta entrega el paquete y no pidas propina, es descortés pero muy necesario.
sábado, 23 de junio de 2012
¡Maté al gato!
- ¡No inventes! ¡Sí pasó! - mis ojos abiertos como platos mirando el lugar que antes ocupaba el gato.
- ¿Qué pasó, Aron? - pregunta Paty desde la cocina.
- ¡Maté al gato!
- No chingues, eso no se puede, acuérdate que es imaginario.
- Sí, si se puede, le dije que lo iba a dejar de imaginar y ¡Pufff!, literal, desapareció. Ya no está, se fue, no hay más gato imaginario y no sé que voy a hacer.
- Imagínalo de nuevo - me dice Paty.
- Como si fuera tan fácil, él era un gato especial, el odio mutuo era sólido entre nosotros, Kito era...
¡Pufff! El gato aparece exactamente donde estaba antes, un poco asustado, con el pelo erizado, pero ahí está el infeliz otra vez.
- ¡Kito - exclamo e intento agarrarlo. Él levanta su patita con las uñas desenfundadas, me detengo a tiempo para que no me arañe - ¡Gatete del mal!, ahora sabes que puedo dejar de imaginarte.
Y ¡Pufff! Kito desaparece de nuevo y yo estallo en carcajadas, lo imagino otra vez y... nada, me esfuerzo un poco más... nada.
- ¡No inventes! ¡Maté al gato!
lunes, 11 de junio de 2012
La tecnología avanzó tanto que un buen día lo lograron. Tomaron una muestra de sangre seca de aquella tela, supuestamente sagrada para revivirlo. No tardaron mucho en tener a un bebé, que creció y se volvió un hombre. Lo interrogaron y pusieron a prueba. Era inteligente, nadie lo negaba... pero, por otro lado ¿era un santo?
Muchos no lo admitieron. Lo increíble es que lo rechazaron los que en él creían.
Así pues, por la paz, lo volvieron a sacrificar.
Muchos no lo admitieron. Lo increíble es que lo rechazaron los que en él creían.
Así pues, por la paz, lo volvieron a sacrificar.
martes, 29 de mayo de 2012
Lima Enamorada
Sus compañeras constantemente hacían burla de Lima. A veces,
sin darse cuenta, se quedaba observándolo por breves periodos.
“¡Estás enamorada!” Gritaban burlonamente.
“¡NO!” Gritó, mientras se alejaba de todas.
“No lo estoy, están locas” Se decía a sí misma. “Ni si quiera es un hada, ¿cómo podría
enamorarme de él?”
Nunca habían cruzado una palabra. Tal vez una mirada o dos.
No más.
Los ángeles cuando no están en guardia, en ciertas
ocasiones, se les permite bajar a la tierra, descansar un tiempo después de una
ardua jornada. Olaf siempre tenía la mirada triste; llevaba algunas semanas en
el bosque, solo, meditando.
Tal vez, eso llamaba
la atención de Lima, su soledad, su tristeza. Por momentos sentía ansiedad por
acercarse, conocer su historia y su vida, como lo hacían las demás hadas. Sin
embargo, su propia timidez lo evitaba.
Era la primera vez que se veía un ángel en estas tierras.
Todos en la comarca le hacían fiestas, celebraciones por su estancia, alegres
de tenerlo entre ellos. Aunque a él no le era del todo grato, estar tan sobre
cargado de atención no era su predilección.
Una tarde Lima jugueteaba con ardillas, muy alejada de la
comarca. Sin darse cuenta, entre brincos y piruetas, se topó con Olaf. Frente a
frente. El color verde luminoso de su piel se tornó magenta como su cabello,
sus grandes ojos dorados se abrieron tres veces más de su tamaño normal. Jamás
había estado tan cerca de su presencia y los nervios la petrificaron.
“Hola. Ya te había visto antes con las demás.” – Dijo
tranquilamente el ángel. “Me llamó Olaf”
“Hola” – Con esfuerzo, pudo responder Lima.
“¿Qué haces por acá? Estamos
bastante lejos de la comarca.” – Preguntó curioso.
“Nada. A veces me desespera estar rodeada de tantos.” – Dijo
mientras sus nervios disminuían.
“Sé a lo que te refieres.” – Respondió aliviado.
No hablaron más, pero sin notarlo se hicieron compañía en
silencio el resto de la tarde. Al anochecer, Lima regresó a la comarca
extrañada de lo sucedido, dándole vueltas y vueltas en su cabeza.
De la nada, exclamó “¡Es un ángel!”
Podía verse el impacto en su cara después de lo dicho.
Estaba perpleja. Fue cuando se dio cuenta que estaba total y completamente
enamorada de aquel ángel que ni si quiera conocía.
lunes, 28 de mayo de 2012
Dios
Hola, soy Dios, sé que estás pensando que la inspiración nunca llega rápido, menos cuando la necesitas y mucho menos cuando tienes una tarea asignada y estás sentado en una mesa rodeado de extraños que están buscando exactamente lo mismo que tú: Ins-pi-ra-ción.
Y los minutos y las pocas palabras se deslizan sobre un papel cada vez menos en blanco pero igual desinspirado, soso, trillado. Sigues escribiendo y piensas que cada palabra fue ya escrita por alguien, que se la estás robando a otra persona, que en realidad tu imaginación no está aportando nada y que todo el trabajo lo está haciendo tu memoria, y ¿sabes qué? Es cierto.
Eres un ser creativo, más no creador, aunque a veces te dan ganas, y por lo mismo te limitas bastante. Ahí estás contándome algo que ha ocurrido miles de veces en diferentes tiempos y lugares con las palabras que has escuchado durante toda tu vida. Quizás si te sentaras a inventar palabras te sentirías menos limitado, pero estás sentado escribiendo con palabras que se han utilizado durante siglos y por lo mismo no sientes que algo haya cambiado en ti. Aún no estás satisfecho con tu obra así que ahora crees tener dos opciones: tirar lo que hiciste y volver a empezar o tomar lo que tienes y cambiarlo, mejorarlo, pero lo más probable es que te frustres antes del tercer intento y no vuelvas a escribir jamás.
domingo, 27 de mayo de 2012
Las luciérnagas
El
niño, Tomás, era de esos que, por tanta televisión, dejaron de imaginar. Llegó
a la fiesta de Jaimito, el vecino, acompañado de sus padres, lo cual no era la
idea que tenía de un sábado productivo. Podía soportar tener que vestir las
prendas elegidas por su madre (que nunca eran de su gusto), el corte de cabello
en forma de champiñón (también obra de su dulce madre) y tener que sonreír
forzadamente ante las demás personas pero tener que convivir con niños bobos
era demasiado. Tendría que dejar de ver su programa preferido y leer
complicados libros muy fuera de su entendimiento.
Para
la no muy grata sorpresa de Tomás, había un payaso que organizaba juegos con
los demás niños, quien se sintió atemorizado por la dura mirada que le lanzó
Tomás al percatarse de su presencia. “Ni se te ocurra tratar de incluirme en
tus tontos juegos”, era el significado de dicha expresión. Para colmo, los
demás niños aseguraban que los padres de Jaimito habían contratado un mago para
que hiciera su acto después de cortar el pastel. Para Tomás, el acto del mago
sería una oportunidad para entretenerse un poco. “Siempre puedo tratar de
desmentir sus trucos”, pensó para sus adentros. Ya lo había hecho en otras
fiestas, y siempre eran los padres de Tomás los que tenían que disculparse con
el mago agredido en cuestión. Hacía ya bastante tiempo que los padres de Tomás
habían dejado de esforzarse por hacer de su hijo una persona más cálida.
Después
de todo el ritual de cantar las mañanitas, impactar al pobre cumpleañero en el
más pobre aún pastel de tres leches, repartir entre los invitados la parte aún
comestible de dicho postre, pedir otro pedazo, repartir la obligatoria bolsita
de dulces a cada escuincle, por fin llegó la hora del mago. Tanto dramatismo de
dejarlo hasta el final debía de tener un propósito, pensó Tomás, así que se
unió a la media luna que formaron todos los demás niños invitados alrededor de
la tarima que serviría de escenario para el acto. El mago apareció surgiendo de
la cortina que servía como telón sin hacer ademanes ni expresiones sonoras a
las que los demás magos de fiesta nos tienen acostumbrados. Su vestimenta
podría catalogarse de estándar entre los practicantes de su profesión, pero la
verdad es que tenía un toque peculiar, que Tomás no pudo identificar al momento.
De súbito, el mago se presentó. “Es verdad que me han llamado de muchas
maneras, pero todos me conocen como Harmann”. Se paseó lentamente por el
escenario, observando las caras de los niños que lo miraban. Hizo un ademán
como de rezando un padrenuestro, y cientos de luciérnagas empezaron a salir de
sus mangas, los bolsillos de su frac, el orificio de sus oídos, sus fosas
nasales, hasta de su boca. Las luciérnagas empezaron a rodear al asombrado
grupo de niños, entre ellos Tomás, quien enojado veía algo que su mente no
podía explicar de manera inmediata. Las luciérnagas empezaron a iluminarse
coordinadamente, haciendo una especie de marquesina natural. Una hilera empezó
a separarse del grupo, danzando como una serpiente al ritmo de la flauta, y
Tomás vio con cara de auténtica sorpresa que se dirigía hacia él. Formaron un
collar alrededor de su cuello, y Harmann sólo dijo “Tú”. Un impulso ajeno a
Tomás hizo que se levantara y caminara hacia el escenario. Al estar al lado de
Harmann, las luciérnagas que acompañaron a Tomás volvieron a unirse a las que
formaban la marquesina. “Mis luciérnagas tienen la cualidad de reconocer a sus
hermanas”, dijo Harmann. “¿Hermanas?”, pensó Tomás; ¿qué querría decir con eso?
Harmann continuó: “Todas ellas fueron alguna vez niños que dejaron de creer en
las cosas inexplicables que nos rodean.
Ahora pasan su tiempo iluminando a aquéllos que sí creen”. Tomás sintió
el terror por todo su cuerpo, quiso correr pero sus piernas no respondieron. Ni
siquiera su voz, ni siquiera su boca quiso obedecer la orden de abrirse y
gritar. Volteó a ver a sus padres, pero ellos no se inmutaron. Harmann sacó un
frasco lleno de un líquido que brillaba tenuemente, como la luz de las
luciérnagas; vertió tres gotas en la cabeza de Tomás y pronunció “Proyecta la
luz que decidiste no ver más”. Un instante después, había un punto luminoso
intermitente donde antes estaba la cabeza de Tomás. Se había convertido en
luciérnaga. Las otras que rodeaban a los demás niños rompieron el claustro de
luz para unirse recibir a su nueva compañera. Todas regresaron al interior de
Harmann, terminando la velada. Los padres tuvieron una hija un par de años
después. El sol reflejado en su cabello les recordaba al brillo de Tomás y sus
compañeras luciérnagas.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)