lunes, 28 de mayo de 2012
Dios
Hola, soy Dios, sé que estás pensando que la inspiración nunca llega rápido, menos cuando la necesitas y mucho menos cuando tienes una tarea asignada y estás sentado en una mesa rodeado de extraños que están buscando exactamente lo mismo que tú: Ins-pi-ra-ción.
Y los minutos y las pocas palabras se deslizan sobre un papel cada vez menos en blanco pero igual desinspirado, soso, trillado. Sigues escribiendo y piensas que cada palabra fue ya escrita por alguien, que se la estás robando a otra persona, que en realidad tu imaginación no está aportando nada y que todo el trabajo lo está haciendo tu memoria, y ¿sabes qué? Es cierto.
Eres un ser creativo, más no creador, aunque a veces te dan ganas, y por lo mismo te limitas bastante. Ahí estás contándome algo que ha ocurrido miles de veces en diferentes tiempos y lugares con las palabras que has escuchado durante toda tu vida. Quizás si te sentaras a inventar palabras te sentirías menos limitado, pero estás sentado escribiendo con palabras que se han utilizado durante siglos y por lo mismo no sientes que algo haya cambiado en ti. Aún no estás satisfecho con tu obra así que ahora crees tener dos opciones: tirar lo que hiciste y volver a empezar o tomar lo que tienes y cambiarlo, mejorarlo, pero lo más probable es que te frustres antes del tercer intento y no vuelvas a escribir jamás.
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